Contexto e
inspiración

Siglo XV -
Hipólita Sforza
y la danza en manuscrito

“Un retrato a pastel, inacabado, recrea la imagen de una joven noble que mira con armoniosa inteligencia hacia un espacio interior que parece equilibrarla. Se sabe observada y quiere dejar sutil constancia del espíritu que la anima. Es Hippolita Sforza, y el retrato data de mediados del siglo XV. Su autor, Bernardino Luini, trabajó rostro y mano con detalle; el torso lo dejó sólo esbozado, tal vez porque no tuvo tiempo…o no pudo…recrear el movimiento de la danza, que fuera para Hippolita expresión y símbolo”.1

En tiempos en que la larga noche medieval empezaba a dar paso al amanecer renacentista, y los humanistas aún aspiraban a alcanzar como ideal la armonía entre el hombre y el universo, reconocido en un Creador, único y omnipotente, del cosmos, de todo lo visible e invisible, paralelamente, las mujeres cortesanas se instruían en letras, filosofía, música, pintura y danza, vislumbrándose sutilmente su rol cultural e intelectual.

Entre las grandes familias de principados cortesanos y mecenas de las artes, estaban los Sforza. Uno de los miembros de esta familia, fue la destacada bailarina Hipólita Sforza (1445-1488), segunda hija de Francesco Sforza, duque de Milán, y de su esposa Bianca María Visconti, quienes siempre mostraron una gran preocupación por darle a su prolífica descendencia, ocho hijos, una educación impartida por los mejores profesores.

Bernardino Luini,
Ippolita Sforza
Bentivoglio
(Vienna, Albertina).

Hipólita aprendió danza, canto, latín, griego y filosofía, sorprendiendo por su inteligencia, su gracia y alto nivel cultural. Amaba sobre todo las letras clásicas, la filosofía y la danza. Fue su madre quien descubrió en ella su mágico talento para la danza y no se equivocó, pues a sus nueve años, recibió una dedicatoria de su maestro de danza, Antonio Cornazano, quien ratificó lo que su madre ya había intuido, además de dejar traslucir en sus palabras la necesidad visionaria de registrar la danza:

El amor ha ordenado con razón que yo debiere establecer por escrito el arte que he enseñado, así no se pierda ni sea en vano, pues he llegado a ver el florecimiento de una virtud gentil y humana en tan joven corazón.2

Como muchas princesas renacentistas, sus padres la comprometieron por conveniencia política siendo aún una niña. En 1465, a sus 19 años, encantó con su gracia bailando y cantando, a su suegro Fernando I de Nápoles y a su esposo Alfonso, duque de Calabria y de Nápoles, quienes pertenecían a una de las más viciosas y depravadas cortes de Europa. De su vida matrimonial sólo se sabe que tuvo dos hijos. En 1490, tras el fallecimiento de Hipólita a sus 38 años, se celebró la boda de su hija Isabella de Aragón con Galeazzo Sforza, su primo hermano. En esa ocasión, Isabella bailó especialmente con tres de sus damas de compañía. A la vez, los invitados de España, Polonia, Hungría, Alemania y Francia se presentaron bailando con sus atuendos representativos para honrar a la novia y al novio. La festejada noche finalizó con la espectacular producción teatral de Paradise (Festa del Paradiso), dirigida por Leonardo da Vinci.

El personaje de Hipólita impactó especialmente a Sara Vial. Como su discípula, recuerdo un ensayo en que sostuvo en sus manos, con su característica estampa, su libro y nos presentó a Hipólita mostrando su retrato y contando su historia. Cada vez que la mencionaba, bajaba la voz y pensativa, parecía que se conmovía con esta niña protegida y amada en su ambiente familiar, en contraste con su vida matrimonial tan lejos de la bondad, unida al cruel y despiadado Alfonso.

Ippolita Maria Sforza en la
esquina inferior derecha junto a sus
hermanos. “The Nativity” by
Castello made about 1457.

Ippolita Maria Sforza como
Salome en “El baile de Salome”
por Benozzo Gozzoli, año
1461 ó 1462.

Hipólita fue para Sara la expresión de la música como sonido sublime que conecta el cielo y la tierra, representando así la dulzura, la pureza de una danza que anhela semejar el movimiento del suave oleaje donde se mecen las góndolas, buscando la armonía del movimiento desde cierto silencio y modestia.

Sara Vial se conmovió con Hipólita y la escogió como figura emblemática del siglo XV por su rol femenino empapado en cultura y refinamiento, pero silencioso y obediente al destino que trazaron sus padres. Sara supo extrapolar al tiempo moderno la vida de Hipólita y así sentirse cercana a la princesa por su reconocida inteligencia y gracia al danzar. En ella se sintió reflejada y desde sus profundas inquietudes y sensibilidad artística, pudo imaginar la vida de Hipólita, como transportada a aquella época y desde ahí, reconstruir las danzas y escenas del siglo XV, siendo su obra más representativa, La Pellegrina, inspirada en la vida de esta princesa, buscando melodías más bien melancólicas, como reflejo de su triste experiencia vivida junto a su sanguinario esposo. ¿Qué sucedió con Hipólita, su danza, su vida familiar?, ¿cómo conocer su mundo interno tras el matrimonio? Este misterio que envuelve a Hipólita tras observar el retrato a pastel pintado por Luini, inspiraron a Sara haciendo posible volar su imaginación para percibir y sentir a Hipólita en y a través de la danza, que reflejaban inocencia y pureza.

Retraro de Ippolita Maria Sforza fue
creado por Domenico Ghirlandaio en el
año de su muerte, 1488.


  1. Vial, Sara. Programa de danza para función Invitación a la Danza. Pontificia Universidad Católica de Chile. Casa Central, 1997.
  2. Cornazano, Antonio. The book on the art of dancing. Trad. Madeleine Inglehearn and Peggy Forsyth. London: Dance Books, 1981, pág. 17.